martes, 10 de agosto de 2010

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Introducción: El oído es un complejo órgano sensorial que alberga dos sentidos: la audición y el equilibrio. Los receptores, especializados en la captación de estímulos mecánicos, no solo permiten detectar los sonidos, sino analizar la posición del cuerpo.

Desarrollo

El oído humano está bien desarrollado y nos permite distinguir tanto las cualidades del sonido (su timbre, su tono y su volumen) como su dirección; es decir, la posición en el espacio de la fuente emisora.


No todos los sonidos son percibidos por el oído humano, porque este solo puede detectar frecuencias comprendidas entre 20 Hz y 20.000 Hz.


Los sonidos con frecuencias mayores que las que detecta el oído humano se llaman ultrasonidos. Pueden ser captados por algunos animales (perros, delfines o murciélagos).


De la misma forma, los sonidos extremadamente graves, por debajo de los 20 Hz, no son captados por el oído humano, pero sí por otros animales, como las ballenas.


En el oído se distinguen tres partes: oído externo, oído medio y oído interno.


El oído externo comprende el pabellón auditivo y el canal auditivo externo. El pabellón auditivo es lo que denominamos popularmente oreja, y es la única parte del oído que no está protegida por el cráneo.


El oído medio incluye el tímpano y la cadena de huesecillos (martillo, yunque, lenticular y estribo). El oído interno está formado por los canales semicirculares y la cóclea, estructuras que albergan los receptores auditivos y los del equilibrio. De ellos parten nervios hacia el encéfalo.


El oído medio comunica con la faringe a través de un conducto, la trompa de Eustaquio. Esto permite que la presión sea la misma a ambos lados del tímpano.


El sentido del equilibrio también reside en el oído interno. Se encarga de la percepción de la posición de la cabeza y su movimiento.


Esta percepción se produce gracias a la presencia de tres conductos semicirculares orientados en las tres direcciones del espacio y que contienen en su interior un líquido denominado endolinfa.


Al moverse la cabeza, el líquido se desplaza por los canales semicirculares y estimula a los receptores. Para completar la información de la posición de la cabeza, existen otras dos estructuras en el oído interno, el utrículo y el sáculo, que poseen receptores que captan información sobre los movimientos del cuerpo y su aceleración, y la envían al cerebelo.


Estas informaciones se combinan con las que envían los receptores de los músculos y las articulaciones para componer una imagen en el cerebro de la posición del cuerpo y la cabeza. Dicha imagen no es física ni óptica, sino mental. Podemos saber perfectamente en qué postura estamos o qué hace cualquiera de nuestras extremidades sin utilizar el sentido de la vista, en completa oscuridad o con los ojos cerrados.


Esta información sobre el equilibrio y el estado de nuestros músculos y articulaciones no solo tiene relevancia en el mantenimiento de la postura erguida o para caminar recto. Es muy importante también, por ejemplo, para dirigir la mirada, manipular objetos con precisión, etc. Cualquiera de los movimientos que podemos realizar con nuestro cuerpo implica una compleja coordinación: no se llevan a cabo por un simple músculo, sino que, normalmente, requieren la participación de un gran número de ellos.


Esquema del Oído humano